jueves, 15 de enero de 2009

he didn't stood a chance

Teníamos toda la ventaja. Tomados... Con mala condición física y con los pensamientos dispersos por una de esas noches, tan proundas como insuficientes, de afirmación de amistad veníamos luchando contra el sueño que nos invadía como suele pasar a la altura de las dos de la mañana de cada segundo y cuarto martes del mes.

Así de subordinados chocaban en la confusión cada uno de nuestros pensmientos comentarios y chistes dado nuestro estado de euforia tan veloz como si bajara un pendiente totalmente lubricada con el más efectivo aceite suspendido a nanometros del teflon que evita cualquier roce que entorpezca su avance la más perfecta esfera de alegría excesiva. Convocada claro por el ambiente natural de los momios: cervezas en medio de amigos de verdad que procuran con insistencia darse la cara unos a otros, sin perderse detalle alguno de la conversación que marcará sus vidas para siempre, como todas y cada una ded ellas lo ha hecho hasta ahora, esta euforia, aceleraba el flujo de nuestras venas y provocaba una tormenta gigantesca de impulsos eléctricos en cada uno de nuestros cerebros que movía nuestras extremidades de manera errante pero fluida, llegó a tal magnitud que la explosión de adrenalina era inevitable... ¡El mommio extreme volvió a aparecer!

Con el aburrimiento como nuestro nemesis, nuestros cuerpos dejan ir toda seña de óxido botada en el camino y nuestros espíritus emprenden la lucha contra la norma social de no hacer lo que se nos ocurra, con tal fuerza que la atravesamos sin percibir tan siquiera como se razga al tiempo que cedemos el control de nuestro cuerpo al demonio que todos llevamos dentro siempre impulsándonos a ir más allá. Postes, latas, saltos, retos, carreras, pulmones a punto de explotar... nada... NADA nos satisface por completo. El rugido momio (y no es el grito momio sino el rugido que se compone, en síntesis de las eufóricas carcajadas de los momios cuando se dejan dominar por sus respectivos demonios) se apodera de las calles de San Pedro y no sólo las hace suyas ... ¡Las aterroriza!

Cuando la cercanía a mommioland comienza a suavizar las voluntades de los mommios al punto de que el torrente sanguíneo parece calmarse surge una última y añorada mala idea más para cerrar una noche bañada en sudor y emociones. Insolente, irrespetuoso, intrusivo y orgulloso se postra grandilocuente y seguro parado en su estructura de metal nuestro enemigo. Sin mayor duda y sin pensarlo demasiado emprendemos el ataque. Golpes, embestidas y patadas parecen no tener efecto en él pero los mommios son animales sociales y lo recuerdan. Un mínimo de coordinación saca la tarea. Con fuerza y buen impulso una patada colectiva estremece sus bases y le recuerda que no es más que huesped de un terreno ajeno... de un ¡territorio momio!

Basta con eso para calmar el vigor momio. Una historia más que conmueve a quien se atreve a sentir la dicha de disfrutar de hacer lo que no debe. Si no te desvelás un día de trabajo para procurarte una buena fiesta nunca... No vivís y ni siquiera el sueño más atrevido se le compara a la sensación de sentir un territorio estremecerse de miedo ante un rugido mommio. ¡Salud! A quienes lo merezcan.

No hay comentarios: